domingo, 7 de agosto de 2011

Otra vez.... ese Buenos Aires...

Camine buenos aires por la noche de un sábado de invierno, aunque templado. Hermoso.
En realidad quizá frío, solo que millones de alientos verticales no lo dejaban pasar.
Desde lo alto más alto, la ventanas mandaban luces. Todo era robado. Todo ajeno. En un ciudad que no era mía, y en la que no quería vivir.
Pero esa noche, los ojos me contaron cuentos. Me devolvieron un tango que existía quizá lejos, pero lejos en el tiempo, en un tiempo que no me pertenecía por cercanía de edad.
Buenos aires, me había sonado a bandoneón en verano, con calles solitarias. Toda una contradicción. Todo una fabula… por eso me sentía llena.

Las calles porteñas estaban teñidas de todos los miedos que la gente contagia por dialéctica. Y lo que la gente no sabe, es que, ser hipocondríaca en las calles no relaja el paseo.…

“Tiene buenos aires… que se yo…” esa atmosfera de ciudad de cuentos, todo lo contrario a la atmosfera diurna. Tiene esa condición de perfume en cada esquina, sea donde sea, de veredas angostas y calles como literas. Tiene eso que rechazo y que me atrapa. Esa confusión, tan parecido a las películas de miedo: no me gustan, pero las tengo que mirar. O mas cotidiano, las salchichas crudas… son un asco, pero tengo que comerme una.
En fin, tiene esa capacidad de volverme fantasma, que a veces disfruto, pero odio cuando se vuelve constante.

Como podría contenerme de volver?... si no puedo contender mi cuello que gira hacia un cielo ausente, buscando barroco… viendo tanta información junta. Y preciosa. Viendo una arquitectura que termina en el cielo…viendo relieves de gargolas, que me miran directo a los ojos…

Claro que… hablo del Buenos que elijo ver.
Claro que… hablo de un Buenos Aires bien peinado.

Porque también vi penas de pocos años y hasta de meses caminando por las calles. De esas penas amargas que querés matar en un parpadeo, y no se van: quedan clavadas en la retina a fuego… y se tatúan en la memoria, para volver siempre que se pretende ver a la vida, toda y prolijamente vestida de rosa.
De esas penas que se me hace imposibles dejar de mirar, porque quiero que el corazón se me rompa del todo.

Y en un canto egoísta, tal vez, remitir allí, (donde los días duelen), cuando alguna estupidez se presenta en mi vida bajo el nombre de “Problema”.

Buenos aires me provoca esa sensación de daño continuo, de soledad y misticismo. Porque Buenos Aires me inspira en el recuerdo.

Y cuando llego, absorbo la cuidad desde los seis puntos cardinales y me prometo volver siempre. Eso si, a los tres días, a la cenicienta del smog sin cielo, se le acaba el encanto en mi.

Buenos aires tiene ese que se yo que siempre me va a provocar…
Es una buena excusa. Es el planeta resumido. Tango. Sordera. Encanto.
Es… un momento a solas con la soledad.

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